En la Escuela de Septiembre de Hamburgo tratamos el interesante tema de la relación de la Geometría Sagrada con la psique humana. En este artículo, resumiré el contenido de esa clase y repasaré los temas más importantes de la misma.
Cuando nos remontamos a los orígenes de la geometría en la Antigua Grecia, vemos que figuras como Pitágoras y Euclides no estaban simplemente preocupadas por las matemáticas abstractas. Para ellos, la geometría era un lenguaje para comprender el tejido de la propia existencia. El punto, la línea, el triángulo y el polígono no eran sólo formas para medir, sino símbolos del desarrollo del universo, un mapa de cómo el orden surge del caos.
En psicología, podemos utilizar estos mismos principios para reflexionar sobre los patrones de la mente y las estructuras de la curación. Esto es algo que Jung estudió, conectando la relación de la psique con las dimensiones simbólicas. Arquetipos, mandalas y la fractalidad del yo. Jung anticipó ideas que resuenan con la psicología fractal: la psique se expresa en patrones autosimilares a distintos niveles (sueños, mitos, síntomas personales).
La fractalidad del yo
Cuando pensamos en la mente, a menudo la imaginamos como una colección de partes separadas: recuerdos, emociones, pensamientos y creencias. Pero hay otra forma de verla: a través de la lente de los fractales. Los fractales son patrones que se repiten a diferentes escalas, desplegándose sin fin tanto en la naturaleza como en la conciencia. Uno de los ejemplos más claros es el Triángulo de Sierpiński, una sencilla figura geométrica que revela profundas verdades sobre la psique.
¿Qué es el Triángulo de Sierpiński?
En la escuela de septiembre en Hamburgo presenté el Triángulo de Sierpiński, un fractal que tiene una estructura geométrica básica que puede comprenderse muy fácilmente. Comienza con un único triángulo equilátero. Al dividirlo en cuatro más pequeños y eliminar el centro, surge un nuevo patrón. Repitiendo este proceso infinitamente se crea una forma llena de vacíos pero infinitamente estructurada. Su área tiende a cero, pero su contorno se vuelve infinitamente complejo.
Esta paradoja refleja la psique:
– Lo que parece vacío a menudo encierra un significado.
– Cuanto más descomponemos las cosas, más estructura encontramos.
– Las partes pequeñas siempre hacen eco del todo.

La psique como fractal
Como el Triángulo de Sierpiński, la psique humana es autosimilar. Las pequeñas experiencias suelen reflejar temas vitales más amplios. Una reacción emocional pasajera puede revelar un patrón repetitivo de relaciones o incluso un eco intergeneracional de un trauma.
Los traumas en particular se comportan como fractales. Una herida central -el «gran triángulo»- se fragmenta en innumerables expresiones más pequeñas: desencadenantes, hábitos, partes defensivas y dinámicas relacionales. Cada pieza lleva la huella de toda la herida .
Esto explica por qué, en integración o psicoterapia, trabajar en un pequeño fragmento de la psique puede aportar curación en dimensiones más amplias de la experiencia. Al cambiar un triángulo, todo el patrón se reorganiza.
Los fractales en la geometría sagrada y la cultura
- En todas las culturas, la geometría sagrada ha codificado este principio fractal:
- La Flor de la Vida, cincelada en piedra hace miles de años, se parece al ADN visto desde arriba.
- Los copos de nieve, las conchas marinas, los helechos y los panales muestran simetría y armonía, el lenguaje del orden sagrado.
- Templos como el Taj Mahal o la Alhambra se construyeron con proporciones divinas (la proporción áurea), transmitiendo estados inconscientes de calma y coherencia a quienes entran en ellos.
- En Perú, la Chakana inca simboliza los tres mundos (inframundo, mundo terrenal y mundo superior) y codifica el tiempo, la dirección y el espíritu en una única forma fractal.
- El pueblo shipibo-conibo teje patrones fractales en tejidos y abalorios que también se corresponden con las melodías de los icaros -canciones medicinales que se cantan en las ceremonias de ayahuasca-. Estas geometrías, cuando se cantan, se convierten en sonido; cuando se ven, se convierten en visión; cuando se sienten, se convierten en curación.
Estas expresiones culturales reflejan una verdad: la psique es fractal, y el arte, la arquitectura y el ritual son espejos de su geometría.
Shipibo cantando Icaros a una tela Shipibo
Fractales y estados de ánimo
La fractalidad de la psique también explica por qué los estados mentales oscilan entre el orden y el caos:
- Los pensamientos y emociones sanos se asemejan a fractales ordenados, como un mandala: armoniosos, simétricos y equilibrados.
- Los estados desordenados, como la depresión, la ansiedad o el TDAH, parecen fractales caóticos: aleatorios, fragmentados, sin una estructura clara.
Experimentos como los estudios de Masaru Emoto sobre los cristales de agua sugieren que la intención y las palabras pueden alterar la organización de la materia. Del mismo modo, en la psique, la intención, el amor y la conciencia consciente pueden aportar coherencia al caos interior.
Las investigaciones sobre neurorretroalimentación lo confirman: en el TDAH, las neuronas se disparan caóticamente; tras el entrenamiento, la actividad cerebral se vuelve ordenada y armoniosa. La meditación, los enteógenos, la geometría sagrada y las prácticas terapéuticas pueden conseguir resultados similares, guiando al cerebro hacia la coherencia.
La curación como iteración
Al igual que el Triángulo de Sierpiński se construye paso a paso, la curación se desarrolla iterativamente. Cada vuelta a un recuerdo, pauta o herida permite una nueva comprensión, tejiendo gradualmente la coherencia en la psique. La integración no es un avance único, sino un proceso fractal: recursivo, estratificado y que se despliega sin fin.
El amor como fuerza autoorganizadora
En los fractales subyace el misterio de la autoorganización. El universo no se derrumba totalmente en la entropía; también se organiza en galaxias, ríos, bosques y mentes. Esta fuerza autoorganizadora, descrita en tradiciones que van desde el hinduismo (Vishnu y Shiva) hasta la física moderna, también puede entenderse como amor .
Aquí el amor no es sólo emoción, sino el principio cósmico que sostiene la vida, resiste a la entropía y pone orden en el caos. Cuando alineamos nuestra psique con el amor, participamos en esta fractalidad universal de la creación.
Conclusión
La fractalidad de la psique es más que una metáfora: es una clave para la integración. Cada parte refleja el todo. Cada trauma se hace eco a través de las generaciones. Cada visión de la geometría en la ceremonia es un atisbo del plano universal que también da forma a nuestro mundo interior.
El Triángulo de Sierpiński, la Flor de la Vida y los mandalas nos recuerdan que el orden surge del caos y que la curación proviene del reconocimiento de los patrones repetitivos que hay en nosotros. Al aprender a ver nuestra psique como fractal, descubrimos que incluso nuestras heridas, nuestros vacíos y nuestras repeticiones forman parte de un diseño mayor y significativo.